12 de septiembre de 2005

La desmemoria

Ayer fue 11 de septiembre y este país olvidadizo, de seguro, recordó con mayor devoción los ataques a las Torres Gemelas norteamericanas. Ese avión entrando por el costado de la hegemonía yanqui por supuesto no es un hecho menor, pero la muerte y desaparición de más de 3 mil compatriotas, la ametralladora de Castro en la sien de Salvador; el fin de la utopía participativa, la caída sin fondo de la expresión popular, Quimantú, Dicap y Víctor Jara; el terror como método, la tortura como quiste enclavado en la fibra de miles de compatriotas; el saqueo económico, las cuentas del tirano; la huella del miedo en el estar juntos, la desconfianza; este crecer a la deriva y ser hijo de una generación que no se encuentra; el desbande alcohólico, marihuanero y químico post la fábula de la democracia de los '90..... qué decir: nada de eso se puede borrar.

La desmemoria es el fruto de una estrategia sistemática que tiende al olvido. Una estrategia puesta en el plano de las verdades por el aparato comunicacional de un Estado a lo Goebbels, que tuvo y todavía tiene a los medios como instrumentos para la proyección de una ideología que domina. Ahí, en primer plano, un joven Claudio Sánchez, acreditado para cubrir en exclusiva las imágenes del bombardeo a La Moneda. En vivo y en directo, casi sin censura. Ahí, también, y digo ahí pensando en nuestro imaginario colectivo, esos "60 extremistas muertos como ratas", muy bien puestos en titular en un diario La Segunda que hasta hoy "golpea" con su ética informativa. O la Operación Albania, burdamente disfrazada de enfrentamiento, con el periodista Juan Esteban Montero en plano americano. Por supuesto, ahí el show televisivo de los sábado, haciendo mella en el entramado de nuestras prioridades. También, los martes de Merino o los extra de TVN, que en agosto de 1986 casi nos dan la gran noticia de la muerte de un tirano. La lista puede ser interminable.

Pregunta: qué hay de nosotros como receptores, como público, como ciudadanos (pueblo o gente, ya da lo mismo), ante esa parafernalia informacional. Es que nos creímos el burdo cuento comunicacional de la dictadura? La respuesta, creo, tiene que ver con el terror. Nada de la estrategia por hacernos olvidar o, por lo menos, nublar el listado de lo importante, hubiera sido posible sin el soporte del miedo, del pavor, del pánico. No denunciar, callar, culpar a otros, creer o hacer creer que se cree, mentir o ser cómplice de la mentira de otro, aguantar, aguantar hasta el dolor de ver como un país se desangra ante unos ojos aturdidos y no ser capaz de reaccionar. Miedo, pavor, pánico, terror.

Para todos quienes hacemos hoy la comparsa del olvido, sólo recuerden, por una vez, esa sensación de terror. Yo la tengo en mente ahora: toque de queda en 1984, 11 años, mi padre que no llega. Apostado en la ventana, espero ver aparecer su silueta. Camiones militares rondan esa falaz tranquilidad de una ciudad que se estremece en silencio. Unos ladridos por ahí hacen el juego sonoro de una metralla que resuena en todos lo que esperamos. Mi madre y el café que se derrama por un pulso que funciona en pos del miedo que se tiene. Pavor.

Para terminar: en 2006 la estrategia medial apostará por unas Torres Gemelas que cumplirán 5 años desde que fueron estrelladas. En Chile, 78 "delincuentes" serán detenidos en las afueras del Cementerio General. Un tenista en decadencia atropellará a su tercera esposa. La carne subirá en un 4% sus precios. Olvido sistemático.

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