29 de marzo de 2006

Fuga

Nuestros hijos en casa estrujan la paciencia de mi madre mientras Mary y yo hacemos uso de la palabra de moda (fuga) y escapamos sobre la hora y en un colectivo para ser parte del magno evento del finde. Se preestrena (en realidad ya se había prepreestrenado en el sur a principios de marzo como parte del lanzamiento del Proyecto Sismo) la ópera prima de Pablo Larraín, Fuga, en el Teatro Municipal de Viña del Mar. Hablo del sábado 25 de marzo a eso de las 20 horas.

Afuera, alfombra roja y potentes focos al estilo hollywoodense hacen gala de un cuento bien creído y mejor contado. Bien la producción, después de todo. Hay harta prensa, la sala está llena. No hay donde sentarse. La tribu Consejo de la Cultura (a la que pertenezco, entre otras, digo) está comodamente instalada, pero no hay más lugar. La buena estrella hace un pase gol y saliendo de la sala me encuentro de frente con una de mis compañeras de piso en la pega y que de pasada es la Secretaria Ejecutiva del Consejo del Audiovisual. Nada mal. "Carola, le digo, consíguete unos asientitos. Somos dos". Leiva hace uso de las atribuciones que le confiere el cargo (no es menor administrar los 1700 millones de pesos del Fondo del Audiovisual chileno), habla con el productor de turno. Cuento corto, quedamos sentados detrás de Vicuña y Pampita. Un poco más allá Antonia Zegers, los padres del director del filme y toda la masa actoral protagonista: Castro, Semler, Imboden, Noguera y otros. Dato freak: al lado mío el profesor Banderas, leyendo un libro y subrayándolo (seguro buscando pifias del tipo "usted no lo diga" o en este caso "escriba").

Después de soportar algo así como 702 flashazos directos a los rostros impávidos de la pareja top (Vicuña y Pampita de 6 meses), empieza la película.

Quiero dejar en claro de entrada que me parece estupendo que marketeen los productos del cine chileno. Eso da cuenta de la evolución de la industria chilena (si puede decirse industria, pensemos en escena cinéfila, mejor). Es grosso, también, cachar que hay harto público interesado en esto. Lo malo es que es difícil hacer un juicio medianamente ajustado a la verdad cuando te embobam con tanta parafernalia. Comprenderán que no es menor ver Fuga teniendo delante tuyo la nuca, hombros y espalda en cueros de Pampita. O sea, ya no sabía si seguir los pasos turbios de Gastón Pauls en la pantalla u observar la tersura de la piel de la diva argentina.
Claro, después al terminar la película te dan un buen vino, rico queso, compartes con algunos de los actores, etc. Así no se puede. De todas formas voy a intentarlo.

Fuga se sostiene en una historia bien concebida donde Vicuña encarna el personaje de un músico joven que "tiene una orquesta en la cabeza" desde que, cuando niño, ha sido testigo de la violación y asesinato de su hemana mayor a los pies de un piano. Ese hecho le ha dejado una herencia de la que no ha podido zafarse: Rapsodia Macabra, una obra que de alguna manera es su propia manifestación de esa muerte y del dolor que le ha causado. Más aún, Rapsodia Macabra es el personaje principal del film, tanto así que su sola puesta en escena causa muertes y sucesivas enajenaciones en Eliseo Montalbán (Vicuña). El valor de la ópera prima de Larraín, me atrevería a decir, está justamente ahí: en ser capaz de poner a la música no sólo como mera banda sonora de una historia, si no más bien como la propia historia a partir de la que se desarrollan otros relatos que se imbrican y dan vida al film. Desde ahí (desde la música como pre-texto, digo), la historia del personaje brutal de Alfredo Castro, un maricón popular que utiliza Rapsodia Macabra con un instrumento de su propia fuga del siquiátrico que comparte con Montalbán. De ahí, también, Pauls como un Salieri que busca la redención de un músico mediocre en la apropiación de una obra que lo conmueve hasta lo obsesivo.

Sí, ya lo dije, la historia es buena, pero podría haberse contado mejor. Hay algunos dramas de guión (de pronto no son tan claros los saltos cronológicos), algunos problemas de montaje, también. Y sobre todo algunos pie forzados que no hacen más que descuajar el relato. El hecho de filmar toda la última parte en el mar, parece más un capricho de producción que una buena decisión editorial. No porque sea una mala idea, si no porque las escenas no funcionan a la altura del resto de la película. La escena final, VicuñaenelpianoenmediodelPacíficointerpretandopor últimavezsuobraesperandoquesedesatelatragediaquedesencadenaráensumuerte (bastante esparable), no logra el climax necesario, tampoco.

Ok, ok, ok,ok, ok. Puede ser duro, pero es lo que veo, incluso con vino, queso y la espalda de Pampita.

De todas formas, una buena velada. Lo que nos esparaba con Mary después, muy bien. Guitarras con Arredondo y amigos, buena conversa, ricos tragos. Para repetir, creo yo. Digo, la mano cinéfila de Pablo Larraín que ahora se prepara con Tony Manero, su nueva propuesta, y también lo de post Fuga en casa de Daniela. Agradecimientos especiales a mi madre que se quedó en casa con los chicos