Recién en 1990 y a partir del informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, la historia se encargó de hacer oficial una evidencia que era irrefutable: Víctor Jara había sido acribillado un 16 de septiembre de 1973, a los 40 años. Hoy, a través de la fundación que lleva su nombre y de un proyecto Fondart que pretende recopilar el registro fotográfico del artista, tenemos la oportunidad de saldar otra deuda: relevar el valor de su obra y mostrar aquellos caminos del arte chileno donde el paso de Víctor ha dejado surcos infranqueables.
“Soy un cantor popular. Trabajador de la cultura, pero en fin, trabajador. Como todos los que crean algo, como el hombre que abre un surco y siembra una semilla, el que maneja los hilos de un telar, el que construye un rodamiento en un horno, el que fragua el hierro, el que teje un chamal o un poncho. Como todos los que contribuyen con su imaginación y su esfuerzo a que la patria sea mejor”.
Así, con la simpleza de las palabras de un hombre de pueblo, Víctor Jara definía el aura de su ejercicio artístico. Ejercicio que no tenía que ver con un esfuerzo individual, sino más bien con una tarea colectiva y significativa, con un deber ético. Hoy, Víctor cumpliría 73 años y, más allá de las moda de las efemérides, parece imposible sustraerse a ello. No sólo porque su imagen figura incrustada en nuestro imaginario colectivo, sino también porque su obra sigue mostrándose actual –y de seguro seguirá haciéndolo- a pesar del paso del tiempo.
Hasta antes de su muerte fue gestor indiscutido de uno de los procesos culturales más significativos de la historia de nuestro país junto a otros grandes personajes del mundo de la creación como Alejandro Sieveking, Raúl Ruiz, Violeta Parra y los grupos Quilapayún e Inti Illimani.
El papel trascendente que Víctor Jara jugó dentro de este proceso tuvo su cimiento en la lucidez de un hombre de la clase trabajadora, que vislumbró sin vanidad el camino que, desde su perspectiva ideológica, Chile y su cultura tradicional debían seguir.
Por la memoria
A 32 años de su desaparición, la Fundación Víctor Jara, encabezada por su viuda Joan Jara, ha trazado un mapa de acción para posibilitar que el legado artístico y humano del cantautor sea puesto en común para toda la ciudadanía. Así y a través del proyecto ganador de Fondart 2005, Víctor Jara, imágenes para la memoria, destinado en una primera etapa a recopilar y definir autoría del material fotográfico disperso existente del artista, la fundación pretende reconstruir su archivo. “En el marco de este proyecto – dice Joan- diseñamos e implementamos la campaña Chile recupera la memoria de Víctor Jara, orientado a la búsqueda de materiales que la gente pudiera tener en su poder”. Esto porque las difíciles condiciones en las que se fue creando el registro, incluyendo clandestinidad, exilio, persecución y problemas financieros, hicieron suponer que habían aún muchos elementos disgregados que podían enriquecerlo.
“Hemos encontrado materiales invaluables que han sido cedidos generosamente por las personas que lo guardaron y protegieron durante todos estos años”, señala Joan Jara. Son fotografías, objetos, archivos de audio, etc. Entre ellos destaca la donación de la libreta en la que Víctor escribió su último poema antes de su asesinato en el ex Estadio Chile. O la pipa que el artista llevó consigo durante algún tiempo; una pieza de audio del músico en Buenos Aires; fotografías con Pablo Neruda, etc.
El proyecto cuenta en una segunda etapa con el apoyo de la Dibam para la digitalización de todo este caudal de elementos de Víctor Jara, para luego y en una tercera etapa levantarlo en la página de la fundación (http://www.fundacionvictorjara.cl/), para que el acceso sea fácil y democrático. Esta última fase supone, además, la reconstitución de una línea de tiempo social y cultural de la que Víctor Jara fue parte. El objetivo es permitir que su figura y obra sean miradas en la perspectiva de los acontecimientos que han marcado la historia de nuestro país y por lo tanto, también, la manera de hacer arte de toda una generación de creadores chilenos.
Otro paso importante es la postulación, con el aval de la Dibam, al Fondo de Ayudas para el Desarrollo de los Archivos Iberoamericanos (Adai). Se trata del Proyecto para la Conservación Preventiva, que pretende contar con las mejores condiciones para mantener en buen estado todos aquellos aportes que hasta ahora se han hecho a la fundación.
Así comienza a saldarse una deuda histórica por relevar la vida y obra de Víctor Jara. Quizás si lo que reste por hacer sea encontrar aquellos caminos por los cuales la huella de Víctor ha dejado surcos imborrables. Está claro que hay una nueva generación de artistas interesados en su legado. Creadores que han desarrollado obra nueva a partir de esa herencia. Baste nombrar el documental de Carmen Luz Parot o los tributos discográficos que se han realizado. Como dice su viuda “a 32 años de la muerte de Víctor, él sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para los jóvenes en nuestro país y también en el mundo”.
28 de septiembre de 2005
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