11 de diciembre de 2006

Está todo bien

Hace tiempo que no escribo nada. Tengo esa extraña sensación de las cosas sin terminar. Peor aun, sin empezar.

Ayer murió Pinochet y no supe si alegrarme o dejarlo pasar como uno más de los cuantos hechos noticiosos que nos vende la tele. Ayer Maradona, en su palco en el estadio de Boca, dio un buen espectáculo: ebrio en directo, junto a su hija, escupiendo y tirando whisky a la platea. Le faltó tirarse un jale y morir al amparo de las luces del en vivo.

Ayer, también, fui a comprar el pan con mis dos hijos chicos. Subir y bajar a pie el cerro de la mano de Alonso y con la Javi al hombro para protegerla de su temor a los perros (que hay demasiados en el barrio). Sentí el sutil orgullo (que palabra fea, no encuentro otra forma de contarlo) de ver a los pendex sentirse, a su vez, protegidos por el calorcillo del padre. No importa que no salve a nadie. No importa que también le tema a los kiltros (hay que hacerse el valiente). No importa que ayer no se metió a la ducha y anda un poco pasado. Los locos van seguros. ¡¡Que grosso!!

Ayer la Camila (13) llegó de su paseo a Olmué. Apenas saludó. Puso la tele (en MTV, obvio), se recostó y se tapó con el mismo chal que cubría mi cama en San Antonio, en la casa de mis padres (no sé por qué está aquí), en los años más crazy. Si supiera mi socia lo que pasaba por mi cabeza en esos 90's. Está grande esta loca. Me gusta su onda, a pesar de la espesura gratuita de la edad.

Ayer preparé, con Charly en el reproductor, carne con especies (hartas), arroz, ensalada. Estuvo mi madre en casa. Todo simple y verdadero. Sin aspavientos. Me gusta ese cotidiano. Cocina, conversa, postre, tele piola, el diario del domingo sin preocupación, la modorra de las 4 de la tarde, el calor de comienzos de diciembre.

Ayer desperté junto a la Mary, como hace casi 12 años. Esto está de locos, pero entretenido. Nos reímos, nos peleamos. La veo volverse loca con los chicos y conmigo. Hace esfuerzos y no siempre le resulta. Por eso creo que la quiero. Actúa con una soltura de cuerpo que nunca es poser. Ella es madre, mujer, dueña de casa, amante, estudiante y asalariada. Todo a la vez y sin rollo. Está de atar y eso es muy, pero muy sano.

Mañana despertaré, otra vez, entre las sábanas de quien me volvió a dar la vida. Dejaré una mancha a medio camino. Traeré unos huevos y una copa. Fregaré uno que otro plato. Llevaré dinero a casa. Tendré un manojo de llaves. Llevaré el cepillo en un maletín. Tomaré un trago por ahí. Lo demás es Bukowski.