28 de septiembre de 2005

Victor Jara, por la memoria del futuro

Recién en 1990 y a partir del informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, la historia se encargó de hacer oficial una evidencia que era irrefutable: Víctor Jara había sido acribillado un 16 de septiembre de 1973, a los 40 años. Hoy, a través de la fundación que lleva su nombre y de un proyecto Fondart que pretende recopilar el registro fotográfico del artista, tenemos la oportunidad de saldar otra deuda: relevar el valor de su obra y mostrar aquellos caminos del arte chileno donde el paso de Víctor ha dejado surcos infranqueables.

“Soy un cantor popular. Trabajador de la cultura, pero en fin, trabajador. Como todos los que crean algo, como el hombre que abre un surco y siembra una semilla, el que maneja los hilos de un telar, el que construye un rodamiento en un horno, el que fragua el hierro, el que teje un chamal o un poncho. Como todos los que contribuyen con su imaginación y su esfuerzo a que la patria sea mejor”.

Así, con la simpleza de las palabras de un hombre de pueblo, Víctor Jara definía el aura de su ejercicio artístico. Ejercicio que no tenía que ver con un esfuerzo individual, sino más bien con una tarea colectiva y significativa, con un deber ético. Hoy, Víctor cumpliría 73 años y, más allá de las moda de las efemérides, parece imposible sustraerse a ello. No sólo porque su imagen figura incrustada en nuestro imaginario colectivo, sino también porque su obra sigue mostrándose actual –y de seguro seguirá haciéndolo- a pesar del paso del tiempo.

Hasta antes de su muerte fue gestor indiscutido de uno de los procesos culturales más significativos de la historia de nuestro país junto a otros grandes personajes del mundo de la creación como Alejandro Sieveking, Raúl Ruiz, Violeta Parra y los grupos Quilapayún e Inti Illimani.

El papel trascendente que Víctor Jara jugó dentro de este proceso tuvo su cimiento en la lucidez de un hombre de la clase trabajadora, que vislumbró sin vanidad el camino que, desde su perspectiva ideológica, Chile y su cultura tradicional debían seguir.

Por la memoria

A 32 años de su desaparición, la Fundación Víctor Jara, encabezada por su viuda Joan Jara, ha trazado un mapa de acción para posibilitar que el legado artístico y humano del cantautor sea puesto en común para toda la ciudadanía. Así y a través del proyecto ganador de Fondart 2005, Víctor Jara, imágenes para la memoria, destinado en una primera etapa a recopilar y definir autoría del material fotográfico disperso existente del artista, la fundación pretende reconstruir su archivo. “En el marco de este proyecto – dice Joan- diseñamos e implementamos la campaña Chile recupera la memoria de Víctor Jara, orientado a la búsqueda de materiales que la gente pudiera tener en su poder”. Esto porque las difíciles condiciones en las que se fue creando el registro, incluyendo clandestinidad, exilio, persecución y problemas financieros, hicieron suponer que habían aún muchos elementos disgregados que podían enriquecerlo.

“Hemos encontrado materiales invaluables que han sido cedidos generosamente por las personas que lo guardaron y protegieron durante todos estos años”, señala Joan Jara. Son fotografías, objetos, archivos de audio, etc. Entre ellos destaca la donación de la libreta en la que Víctor escribió su último poema antes de su asesinato en el ex Estadio Chile. O la pipa que el artista llevó consigo durante algún tiempo; una pieza de audio del músico en Buenos Aires; fotografías con Pablo Neruda, etc.

El proyecto cuenta en una segunda etapa con el apoyo de la Dibam para la digitalización de todo este caudal de elementos de Víctor Jara, para luego y en una tercera etapa levantarlo en la página de la fundación (http://www.fundacionvictorjara.cl/), para que el acceso sea fácil y democrático. Esta última fase supone, además, la reconstitución de una línea de tiempo social y cultural de la que Víctor Jara fue parte. El objetivo es permitir que su figura y obra sean miradas en la perspectiva de los acontecimientos que han marcado la historia de nuestro país y por lo tanto, también, la manera de hacer arte de toda una generación de creadores chilenos.

Otro paso importante es la postulación, con el aval de la Dibam, al Fondo de Ayudas para el Desarrollo de los Archivos Iberoamericanos (Adai). Se trata del Proyecto para la Conservación Preventiva, que pretende contar con las mejores condiciones para mantener en buen estado todos aquellos aportes que hasta ahora se han hecho a la fundación.

Así comienza a saldarse una deuda histórica por relevar la vida y obra de Víctor Jara. Quizás si lo que reste por hacer sea encontrar aquellos caminos por los cuales la huella de Víctor ha dejado surcos imborrables. Está claro que hay una nueva generación de artistas interesados en su legado. Creadores que han desarrollado obra nueva a partir de esa herencia. Baste nombrar el documental de Carmen Luz Parot o los tributos discográficos que se han realizado. Como dice su viuda “a 32 años de la muerte de Víctor, él sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para los jóvenes en nuestro país y también en el mundo”.

12 de septiembre de 2005

La desmemoria

Ayer fue 11 de septiembre y este país olvidadizo, de seguro, recordó con mayor devoción los ataques a las Torres Gemelas norteamericanas. Ese avión entrando por el costado de la hegemonía yanqui por supuesto no es un hecho menor, pero la muerte y desaparición de más de 3 mil compatriotas, la ametralladora de Castro en la sien de Salvador; el fin de la utopía participativa, la caída sin fondo de la expresión popular, Quimantú, Dicap y Víctor Jara; el terror como método, la tortura como quiste enclavado en la fibra de miles de compatriotas; el saqueo económico, las cuentas del tirano; la huella del miedo en el estar juntos, la desconfianza; este crecer a la deriva y ser hijo de una generación que no se encuentra; el desbande alcohólico, marihuanero y químico post la fábula de la democracia de los '90..... qué decir: nada de eso se puede borrar.

La desmemoria es el fruto de una estrategia sistemática que tiende al olvido. Una estrategia puesta en el plano de las verdades por el aparato comunicacional de un Estado a lo Goebbels, que tuvo y todavía tiene a los medios como instrumentos para la proyección de una ideología que domina. Ahí, en primer plano, un joven Claudio Sánchez, acreditado para cubrir en exclusiva las imágenes del bombardeo a La Moneda. En vivo y en directo, casi sin censura. Ahí, también, y digo ahí pensando en nuestro imaginario colectivo, esos "60 extremistas muertos como ratas", muy bien puestos en titular en un diario La Segunda que hasta hoy "golpea" con su ética informativa. O la Operación Albania, burdamente disfrazada de enfrentamiento, con el periodista Juan Esteban Montero en plano americano. Por supuesto, ahí el show televisivo de los sábado, haciendo mella en el entramado de nuestras prioridades. También, los martes de Merino o los extra de TVN, que en agosto de 1986 casi nos dan la gran noticia de la muerte de un tirano. La lista puede ser interminable.

Pregunta: qué hay de nosotros como receptores, como público, como ciudadanos (pueblo o gente, ya da lo mismo), ante esa parafernalia informacional. Es que nos creímos el burdo cuento comunicacional de la dictadura? La respuesta, creo, tiene que ver con el terror. Nada de la estrategia por hacernos olvidar o, por lo menos, nublar el listado de lo importante, hubiera sido posible sin el soporte del miedo, del pavor, del pánico. No denunciar, callar, culpar a otros, creer o hacer creer que se cree, mentir o ser cómplice de la mentira de otro, aguantar, aguantar hasta el dolor de ver como un país se desangra ante unos ojos aturdidos y no ser capaz de reaccionar. Miedo, pavor, pánico, terror.

Para todos quienes hacemos hoy la comparsa del olvido, sólo recuerden, por una vez, esa sensación de terror. Yo la tengo en mente ahora: toque de queda en 1984, 11 años, mi padre que no llega. Apostado en la ventana, espero ver aparecer su silueta. Camiones militares rondan esa falaz tranquilidad de una ciudad que se estremece en silencio. Unos ladridos por ahí hacen el juego sonoro de una metralla que resuena en todos lo que esperamos. Mi madre y el café que se derrama por un pulso que funciona en pos del miedo que se tiene. Pavor.

Para terminar: en 2006 la estrategia medial apostará por unas Torres Gemelas que cumplirán 5 años desde que fueron estrelladas. En Chile, 78 "delincuentes" serán detenidos en las afueras del Cementerio General. Un tenista en decadencia atropellará a su tercera esposa. La carne subirá en un 4% sus precios. Olvido sistemático.

5 de septiembre de 2005

Spinetta como Banda Sonora


Lo primero que escuché de Spinetta fue Almendra en Obras, un disco del '80 que juntaba por primera vez, después de casi 10 años, a esa mítica banda argentina. Un registro en vivo que puso mi cabeza en otra parte. Me acuerdo de esos sábado de escucha en 1995, en una casa medio de campo en la que viví muchos buenos ratos. Era un TDK de 90 minutos, prestado por Velasco, uno de los viejos partners de la niñez. Lado A el Flaco. Lado B, un registro de Cat Stevens. Tenía 22 años y el tiempo lo pasaba entre vender créditos automotrices para una de esas financieras que te roban no sólo el dinero si no también la libertad, y drogarme. Entretanto, había tiempo para el existencialismo típico de la edad, el amor, los conflictos, las mentiras, los almuerzos en la casa materna, Cartagena, Zappa y otros varios.

Recuerdo estas cosas mientras veo a Spinetta en el Municipal de Viña. A mi izquierda, Mary, la mujer de toda mi vida. A la derecha, atrás y adelante todo se nubla: quiero decir, no importa.

He visto los últimos cuatro conciertos del Flaco en Viña o Valparaíso: el Polideportivo de Sausalito, en agosto de 2002; Municipal de Viña, otra vez, en mayo de 2004; Carnavales Culturales de Valpo, en diciembre del mismo año y hoy: septiembre, 04, 2005. No sé qué es lo más impresionante. La devoción con que un público súper heterogéneo en edades observa el show, la siempre sólida puesta en escena sin importar quiénes sean los músicos que acompañan al rock star, o el congelamiento que me produce escuchar en vivo todas esas canciones que he devorado desde hace 10 años.

Hoy he vuelto a pegar fragmentos que se hacen imagen a partir de esas canciones. Fragmentos que son históricos. En la dura. Los que tengan esta onda medio dependiente y obsesiva con la música podrán entenderlo. Demás.

Resumen Porteño, loco, de Bajo Belgrano. Constituyente puede ser la palabra (hablo de mi historia escuchando a Spinetta). Debe ser el primer tema que conocí de la era Jade. Ochentero, sonido bien pop, pero cargado de una lírica bien directa, lo que no es tan usual en Luis. Muy power aquí.

A Starosta, el Idiota. Artaud 1973. Mientras Chile se caía a pedazos, al otro lado de la cordillera los argentinos cargaban la posteridad, de otra forma, con este inmenso disco. Escucharlo, acá, bajo la impronta de un tremendo Cardone en los teclados y con la voz del Flaco, igual a hace 22 años, es increíble. En casa todavía vive el primer Artaud que conseguí. Otra cinta doble con A 18' del Sol, por el anverso.

Termino con Camalotus, lo último que conseguí hace unos tres días. Lo había escuchado unas tres o cuatro veces en la pega. En vivo suena mejor aún. Había dicho para Radio Placeres, donde hago algunos comentarios de música, que este EP de cuatro temas tenía mucho de otro disco de Spinetta: Fuego Gris. Me quedo con la misma impresión sólo para un par de temas. La diferencia es que en Fuego Gris, que es la música para una peli argentina del mismo nombre, Luis toca todo: teclados, bajo, percusiones electrónicas y por supuesto la guitarra. En Camalotus la cosa es con banda y se nota, sobre todo en vivo. Hay que escucharlo.

2 de septiembre de 2005

Nuevo Uno

Aquí, un gota a gota de un proyecto que no acaba nunca: ir al papel en blanco siempre es una experiencia única. No hay fórmula para vaciar el universo de lo propio. Sé es siempre un mocoso que se desenvuelve entre el pudor, la impericia y el querer. No hay más. Algunas pistas: Mary el amor; Alonso el primer hijo; quizás la dominación a partir de lo comunicacional (los medios); por supuesto la música.

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Aznar en el reproductor, y en el último rincón de los respiros un trueno venido a menos. El aullido de los sinsabores haciendo mella en estos mis ojos, en estas mis manos, en estas mis ingenuidades.
Paso malhabido entre los pasos de un gitano, beso alenguado en el rostro equivocado. Si la sombra no es la noche todo puede pasar, hasta el espejo puede hacernos trucos pasajeros.
La belleza restringida a esos tus senos, mientras en la calle la arquitectura me transforma, se transforma, me electriza, me descuera, me da una señal de lo que fue, de lo que imagino, de la languidez.
El espacio se desfigura en trazos de ambigüedad intencionada y la poesía urbana es el nuevo espectro de un arte des-aurado. Me reflejo en ellos, haciendo diatriba perversa del Narciso original.
Cuatro cuadras desde ti hacia mi, eternas en la decisión, regias en bajada, melosas con un cigarro encendido entre estos dedos, y el recuerdo de lo que acaba de pasar.

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Comprimir la angustia es el preciado devenir de los días aquí, constreñir la ansiedad para no soltar los recuerdos que pueden convertir la noche en una espiral de silencios alterados.
Ser pasajeros no es una elección, es más bien una imposición que no es posible vulnerar. Es, por lo tanto, destino.

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Algunas cosas revierten los ocasos. Las palabras de un tal Luis puestas en el universo marginal de la industria. Las cuerdas de un casi preto estacionadas para siempre en el imaginario de algunos de ustedes. Aquella cuasi ficción muy dispuesta a hacernos destrivializar nuestros ritos cotidianos. Las tardes conversadas bajo un parrón fuera de contexto. El lenguaje a disposición de la subversión que nunca fue; no importa. El viaje en un móvil verde hacia ningún lugar. El vaso a punto de estallar. La puerta esperando abrirse tras tus brazos abiertos, esperándome. Tus días antiguos. Tus ojos antiguos. Tu manera de amar antigua.

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Paseo oscuro en la medianoche de un día nada. Partir es volver desde siempre. Me acojo a mi último deseo. Retrucar el orden del sinsentido; como la atmósfera afuera, llena de poses king size.
La inmensa prisa establecida como un sarcasmo, trayendo la desgracia de los tedios prime. No llores en mi hombro, nena, es tarde para volver a sentir-vivir.

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Luego de tu lecho frío no hay más que bares de vino barato. No hay más que lenguaje vuelto vida. No hay más que aureolas de tabaco fino arrojadas por una boca rouge. No hay más que 128 kbps sin protección. No hay más que brisa de 23:30 lamiendo nuestros rostros. No hay más que vitrinas circulares y faces sin anteojos de sol.

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Parecer es licor volteado a toda noche. Permearse desde la fila opuesta es como derretir a fuego flemático la protección final. Liberar los demonios sustituye el abrir de las alamedas. Parece ser, pero no lo es.
Gesticular en medio de la plaza pública es como "un" dominio.com. Liderar las nuevas flores, la vieja India, la sierra en el Norte, el árbol sagrado bajo la lluvia, es "la" acción de arte. La única. Es la Historia.

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Mañana despertaré entre las sábanas de quien me volvió a dar la vida. Dejaré una mancha a medio camino. Traeré unos huevos y una copa. Fregaré uno que otro plato. Llevaré dinero a casa. Tendré un manojo de llaves. Llevaré el cepillo en un maletín. Tomaré un trago por ahí. Lo demás es Bukowski.

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Me pregunto si volveré a renegar del placer tal como lo hago ahora. Talvés es sólo un mal momento entre estos vientos pálidos. El guiño azulado de un vicio censurado no es más que la plaga haciendo los trazos de la muerte. Al atardecer tomaré el té con Tía Amanda, en los brazos de un manto que protege en vano. Levantaré las manos en son de culpabilidad, esconderé los dientes para no afilar tu sed celestial. El escondrijo se gotea de a poco, mientras en el asiento trasero el diluvio se vino con cuática. La calma vendrá de manos del castigo y la rehabilitación en digital. Desde abajo moldearé los años de la raza ancestral, con la frente en alto y los ojos bien rojos.

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Laughing Stock es un buen recuerdo de tiempos analógicos. Cuando aún tocaba con los dedos la espuma revitalizante de algunos espacios. La luna ha vuelto a ponerse para los días de la vida. La vida llegará por estos lados envuelta en unos rasgos de hombre. La euforia indemne dejó, al pasar, ríos de olvidos impertinentes, como si el llanto retuviera al dolor en cada pétalo caído. En fin, la anorexia neuronal termina con bacanales al lado de unas tiernas mentes.
Laughing Stock no terminará mis hermanos, será huella en desierto florido.

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Reino de las luces vanas. Lejos del ilusorio ilustrado de antaño. Mañana caeré por tu vereda para hacerte una mueca bien ataviada. En el limbo de estos buenos sueños se acogen reclamos sin fondo, como para dar lustre al polvo de los tiempos; sin delicia, sin belleza, así no más, con la delicadeza del tirano.
Mañana caeré por el barranco y seré héroe sin quererlo. Tendré un digno entierro y llorarán las viudas. Resucitaré como todos los vivos y haré lluvia cada nuevo desengaño.

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Clandestina generación. Nacimiento escondido, luchando en la perdición del explícito, pisando más fuerte para dejar las huellas más profundas, los quejidos más estridentes. El rencor hecho parada a eso de las 7:30.
Menos esos nuevos ojos, menos esas nuevas risas, menos lo llantos, menos tus uñas puestas divinamente, como obra de un Dios.
Hombre de pelo raso entre las manchas inversionistas. Revuelo de tus genes vacilantes en medio paño menor. Revuelo en gafas inmerecidas, viendo la vid en plenitud. El rastro de lo que quieres venir vendrá, en pocas gotas, en mínimas cantidades, para no caer en contradicciones.

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Poco más de veinte días, risueño picaflor de antojo. Limpio en cada lágrima.
La noche, esa flácida pesadilla, ya nunca más vendrá. El destellar de unos buenos nuevos días revierte maldiciones de antaño.
Te miro paternal y hago un verso de cada pelo tuyo, como si la magia nombrante no fuera más que un poco más de amor.
El primerizo lecho de "vientres uno sólo" adormece la pena, deslumbra, destempla despertares y hace realidad lo que no se sueña.
Resuello en tu mejilla, balbuceo algún canto de cunas locas, parpadeo con tus ojos y hago un recuento de lo que vendrá.

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Ahí estás, durmiéndote. Dándole con un mazo a las verdades que reniego. Ahí estás, danzando entre una lluvia de gotas-ojo, haciendo estallar en mi aquello que no existía. La rapidez se acompleja ante la evidencia de unos cuantos meses que quiero no pasen. El ruido ensordecedor de una vida ajena se convierte en canción desde tu garganta que es mía. La abúlica mirada muda de piel hasta impregnarse de tus ojos indefinibles. Como si otras gafas fueran desde hoy el placer irremediable.
Ahí estás, meciéndote al son de los días nuevos. Jugando a ser, sin plagio ni aires a nada. Unico e irrepetible, sólo como tú.

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Regreso al papel como la vida que regresa contigo. La medialuna de anoche la vi por ti, y sin quererlo mi cara hizo suyo el clamor frío de las 3 am. No me despiertas, me revives, como si tus llantos dulces fueran la voz del mar.

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Dos datos para ver y escuchar

He encontrado un montón de buena música chilena en el sitio de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (www.scd.cl). Un archivo de audio e imágenes que da cuenta de una serie de conciertos realizados en la Sala SCD. Desde Flor Motuda hasta la Ancarola, pasando por Los Mismos, Fulano, Elizabeth Morris, González y Los Asistentes, etc. Muy recomendable. El registro audiovisual está hecho a una cámara fija y, en realidad, es poco lo que se puede ver. Es un detalle menor si pienso en la cantidad de buenas versiones de temas clásicos de la discografía chilensis.

A propósito de la precariedad del registro audiovisual, me acuerdo de los días de pega en CDTV, que es el canal de tv de la Cámara de Diputados. Ahí, junto a grandes partners (Verónica, Miguel, José Miguel, Luis), dimos vida a buenas joyitas que todavía se pasan en la señal 95 de VTR. Con pocos medios, harta onda y un poco de imaginación, grabamos varios conciertos de música popular, folclórica y docta. Pasaron por ahí, la sinfónica, los Inti, Congreso, Ancarola, otra vez, Peralta y Yáñez, Carmen Aguilera (jazzista), y algunas rarezas en el tono de los honorables: orfeones de pacos y bomberos, grupos chilotes, lanzafuegos, poetas de poca monta y otros.

Ahora se están pasando, ahí en CDTV, varios documentales chilenos. Originalmente eso fue un programa que hicimos con Verónica Neumann, que suponía pasadas de películas (ficción y documental) más entrevistas a sus directores. Una súper buena vitrina, por ahí por el 2002, cuando la tele abierta todavía no pescaba mucho la producción nacional. Hoy hay mucha más circulación y las vías de difusión están un poquito más desarrolladas.

Si tienen oportunidad, vean Arte en la Cámara, en ese mismo canal. Formato entrevista con un par de cámaras subjetivas. Los personajes: artistas visuales chilenos. Balmes, Bru, Cienfuegos, García de la Sierra, Basso, etc. Hice, ahí, producción periodística para un locuaz Gaspar Galaz, que hace las veces de enttrevistador. Está bien bueno.

Dejo los datos, a ver si se dan una vuelta por www.scd.cl y la programación freak de CDTV.