31 de mayo de 2006

Sacarse la chucha

La escritura permite desdoblarse o, por lo menos, sacar algo de sí que no existe en el mundo de lo evidente. Igual es un ejercicio bien valiente. Aquí les dejo un perfil de lo que podría ser yo mismo y que es parte de un proyecto mayor que espero algún día concretar. To be continued.

Que yo sepa nunca quiso ser poeta, ni artista. Yo lo vi práctico, haciendo de sus pasos un estándar que medía el porcentaje de logro de una meta, bien práctico. Lo vi más bien terrenal, luchando por lo suyo, si puede expresarse así, y lo suyo no era más que la comodidad entretejida por las redes de un par de billetes en el bolsillo, la oferta enceguecedora –cualquiera sea ésta- y el placer de gastarlos. Podría decirse hedonismo puro, pero no, había algo más, como una suerte de hechizo ideológico bien calzado. Cómo explicarlo: un snobismo medio proletario, una dignidad medio poser, ubicado pero de grupo, amable pero estratégico, cuerdo pero paranoico. Al borde de lo burdamente inaceptable.

Seguro tiene que ver con la infancia, con esos juegos a medias tintas bajo un parrón que nunca dio frutos. Seguro tiene que ver con el barrio, los locos de la esquina, la merca, la perdición, el apunte con el dedo, el hacerse el güevón. Seguro, el colegio de curas arribistas y medios homo, el desclase, los amigos del curso y las diferencias, las zapatillas de gimnasia de lona blanca frente al cuero con caña de 30 lucas. Seguro, el recuerdo del padre medio borracho a eso de las 12 y cuarto en una navidad donde no hubo regalo. Y la madre llorando, no sé si por él o por ese darse cuenta que todo, a pesar de las promesas, sigue siendo igual, seguirá siendo igual, se eternizará hasta la tumba, hasta el cementerio, la locura, la desesperanza o el acostumbramiento.

Seguro, la provincia y salir al mundo, ver que nada es muy severo y que con el mínimo esfuerzo alcanza, que con el poco de neuronas dañadas todavía es suficiente para hacerle frente a la vida. Nunca leyó, pero todos creían que sí. Nunca estudió, pero todos creían que sí. Nunca mucho sexo, todos creían que sí. Bebió harto, eso está claro, aunque en casa todos creían que estaba controlado. Le puso bastante verde, de la buena, de la mala, hojas, cogollos, puntas, trilla, en pipa, en papel de arroz, paraguas, prensada, en manzana, en botellas plásticas para conservar el humo, con pinzas, quemándose los dedos, en queque, té, con coca, a la americana, asegurándose, solo, con otros, vendió, compró, se persiguió, se la creyó, aguantó el humo y lo botó. La marihuana lo botó a él, abandonó el vicio, pero siempre tiene ganas, se las guarda, como muchas otras cosas. Como el secreto de que es un cerdo pragmático, incluso en lo espiritual de sus creencias medio religiosas.

Yo nunca le tuve mucha fe. Tenía mente, sí, pero le faltaba la dosis de calle que teníamos los demás. Como que su mundo estaba de la cabeza hacia adentro. Yo no entiendo mucho, pero el loco calzaba una enfermedad mental leve que rayaba en el diván del siquiatra, cacho yo. Un retraimiento severo a veces, acentuado por la yerba. Un rollo con el lenguaje, con las palabras, con el querer decir y no hacerlo. Una timidez exhacerbada con las minas. Contaba una historia de un accidente en auto, o camioneta, o bus. No sé, jamás puse demasiada atención. Decía que ese choque, o volcamiento o desmadre carretero, le había cambiado la vida. Lo recuerdo pateando paletas de publicidad en calle Viana en una noche de frío químico que aceleraba las pulsiones a mil. Es poco lo que puedo decir ahora.

Continuará…..



2 comentarios:

Carlo dijo...

Buen texto, estaré esperando la continuación.
Saludos...

Anónimo dijo...

me gustó el texto. la narrativa es ágil y me sentí en la piel del protagonista un rato, aunque queda corto. Ojalá encuetres el tiempo para escribir y el diván para procesarlo, porque parece un ejercicio que puede ser bastante desgarrador a ratos. Saludos,
P